A veces ella prefiere quedarse en casa a acariciarse.
Recorre sus montañas,
el río de sus dedos
lamiendo
cada
curva.
Mordiendo cada minuto,
gimiendo
cada
segundo.
Se le enreda un nudo entre las piernas,
y se deshace en algodón
en un grito que ensordece todolo que no sea amor propio.
Parpadea
y cada golpe de sus pestañas
para
el
mundo.
Y grita su amor,
abrazándose a sus dedos,
como quien aprieta su felicidad
para que no se vaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario