jueves, 4 de abril de 2019

Papá:

Si me lo hubiesen dicho hace años,
nunca habría creído,
que el primer hombre que me rompería el corazón,
ibas a ser tú.

Hoy has decidido, que huir,
era mucha mejor opción
que encarar lo que duele;
lo que a todas nos escuece en el corazón.

Y si,
sé de sobra que no soy la persona idónea
para echarte en cara la huida,
porque somos como las ratas,
me incluyo en ese agujero,
y nos gusta la oscuridad de lo propio,
estar a salvo en uno mismo,
sin cruzar ni un hálito de esperanza.

Sé que yo también tendría que salir ahí afuera,
al mundo de lo común, lo compartido, lo que escuece al tocar;
pero a estas alturas,
no voy a mentirte;
papá,
te lo prometo,
las fuerzas no me dan para más.

Estoy siendo redundante,
y egoísta,
e incluso ligeramente obscena,
y debo admitir que se debe,
a que siempre me ha dolido pedir ayuda.

Pido perdón,
por todo el daño que te haya podido causar,
y, realmente, espero que seas feliz,
papá,
ya me he cansado de huir,
de ser rata,
de comerme a mi misma con hambre de amor propio.

Gracias por todo lo que aún, sigues luchando por darme,
y siento ese egoísmo tan propio de mi,
que me prohíbe hablar.

La falta de comunicación ha dejado una huella enorme,
irrecuperable,
rota,
y, joder,
creo que aún te quiero,
aunque sea un poquito
nada más.